Israel se queja contra Dios en cada paso del viaje. Aun así, cuando se quejan de sed, Dios les da agua. Cuando exigen comida, él proporciona maná. Cuando se quejan del maná, les envía codornices. Gracia, gracia y gracia.

Luego rechazan la guía de Dios y se niegan a entrar en la tierra de Canaán. Su problema más profundo es su profunda desconfianza y aversión por el Señor. Como todo el mundo desde Adán y Eva, sus corazones se desvían lejos de Dios. Por lo tanto, Dios hace vagar a la primera generación durante cuarenta años hasta que una nueva generación llegue a la mayoría de edad.

El libro de Josué cuenta la historia de la entrada y conquista de esta segunda generación de la tierra de Canaán. Debemos tener tres verdades en mente al considerar la conquista: (1) Estas no son batallas iniciadas por el hombre. (2) Dios está juzgando a estas naciones debido a su historia de opresión. Su justicia se aplica contra la injusticia humana. (3) Dios es imparcial - si algún cananeo se arrepiente y confía en el Señor (como lo hace Rahab), se salva; si algún israelitas se rebela contra Dios, será juzgado como las otras naciones.